Entre mi pequeña colección de amigos entrañables un día apareció uno que era aquello que yo siempre creía que no podía entrar en mi categoría de amigo. Esas cosas que uno tiene en la cabeza, y poco en el cuerpo y las emociones. La cuestión es que un día me vi atrapada en las conversaciones con un funcionario, que había votado a un color muy diferente al que yo votaba, que no era artista, que se vestía de punta en blanco, con lo que a mí siempre me habían gustado los desaliñados... Y así fue como una vez más la Vida me echaba por tierra los pájaros de mi cabeza...y hasta los hacía zambullirse en el agua de la experiencia.
Me hice Amiga de un "ser extraño". Amiga, amiga deseada, amiga cuidada, amiga escuchada, amiga abrazada, amiga besada, amiga... La palabra amig@ proviene del latín amicus...relativo al amor, con el sufijo icus que da cuenta de la protección, de el cuidado. El "ser extraño" se hizo mi amigo y me encantó contradecir a mi idea de que mis amigos tienen ciertas características.
Una de las cosas a las que me invitó este ser... fue a escribir...y de ahí nació esta historia...llamada "AmaneSEr".
En estos días él se irá a unos cuantos kilómetros a establecer su morada... pero fijate...me han nacido tantas alas entre las escamas últimamente que hasta quizás puedo volar...y tomarnos unos cuantos tés de vez en cuando....
Pasen y Lean... Y Vuelen...
"Un día se despertó con la
idea de transformar sus escamas en alas. No tenía muy claro si
lo lograría pero una astróloga que sabía leer el cielo de los
océanos le comentó
que su carta
astral decía que ella sería capaz de hacer todo lo que se
propusiera.
Tiempo
atrás había conocido
a un delfín. Los seres
del mundo acuático creían que hacían la mejor pareja que nunca
habían visto por los mares. En algunos montículos
de algas se detenían a
verlos hablar mediante burbujas. Las burbujas pequeñas eran
susurros.
Las burbujas medianas eran de una charla tranquila.
Las burbujas grandes expresaban una emoción intensa.
Un día ella emitió una burbuja muy grande y su amigo entendió que
tenía que enseñarle a
saltar en el agua. No supo
muy bien para qué, pero sí
entendió que ella quería experimentar lo que se siente al estar
unos segundos
suspendida en el aire.
Los
días de entrenamiento comenzaban muy temprano. Se podían ver en
las costas algunas personas que se hacían instantáneas extendiendo
los brazos y sonriendo a unos aparatitos que simulaban ser cámaras
de fotos. Ellos que vivían en el océano, donde
el tiempo era mucho mas lento, no reconocían siempre
los objetos nuevos que
aparecían en las manos de los humanos.
Ella
acababa exhausta,
su gran cola de escamas era de un volumen tal que los saltos duraban
unos pocas milésimas de segundo. Había días de mucha esperanza,
era joven, tan sólo tenía unos 150 años, que para el lenguaje
terrestre eran
algo así como 15. Y otros días tenía la intención de tirar la
toalla… a sabiendas de que acabaría totalmente empapada.
El
día que soñó que su amigo la podría alzar hasta las estrellas
para atraparlas en lo alto, fue todo un acontecimiento. “¿Y por
qué no?” Ya lo había dicho la astróloga que leía los cielos de
los seres de mar: “conseguirás todo lo que te propongas”. Así
fue, como un día en que el mar estaba con unos tintes violáceos en
las profundidades, ella llamó a su amigo y le dijo con una burbuja
pequeñita: “tengo que montarme encima tuyo para alcanzar las
estrellas”. Él emitió una burbuja enorme: “¡¡Es
imposible!! ¡No
llegaría nunca a las estrellas!”. Ella en un tono muy calmado,
con una burbuja
mediana, le dijo:
“Si tiene que ser, será”.
A
partir de ese día, los entrenamientos no comenzaban cuando las
personas cogían sus aparatitos para
retratar la salida del sol, ellos se reunían cuando todavía la
luna brillaba en todo su esplendor. Los saltos eran medidos, amaban
saltar, sin saber si algún día llegarían siquiera a alcanzar una
estrella. Fueros días, semanas, meses de mucha tarea, un
entrenamiento propio de aquellos que se proponen un día descansar
porque saben que todo lo que estaba entres sus manos y escamas fue
hecho.
En
los aparatitos esos que simulaban ser cámaras de fotos fueron
apareciendo unas imágenes muy extrañas al fondo del mar, algunos
decían que eran gaviotas volando aunque las formas poco tenían que
ver con las gaviotas, otros decían que eran manchas de las lentes
mal limpiadas de los aparatitos, otros que debido a los estados de
embriaguez parecía que veían peces volando, el hecho es que ella y
él andaban siendo etiquetados en las pantallas, aunque nadie sabía
bien lo que eran. Hay quienes hasta los confundieron con dos amantes
que habían muerto juntos ahogados en el mar.
Quizás
ya iban por el día 1000
de entrenamiento que para el lenguaje terrestre eran
como el 100,
cuando notaron que sus
saltos eran tan altos que ya alcanzaban a tocar las estrellas. Y
cuando esto sucedió para ellos fue una gran celebración, ni
recordaban por qué habían comenzado a practicar a diario esta
tarea, pero muy pronto
ella lo recordó. Cuando volvieron
a sumergirse
en el océano otra vez, ella le dijo al oído con una burbuja
pequeña: “Quiero Volar”.
A
estas alturas él sabía que en la lectura de los cielos estaba
escrito: Ella
lo lograría, así
que no tenía mucho sentido pegar una “burbuja grande”. Hizo
esos sonidos tan enternecedores que hacen los delfines pasando su
hocico por toda su cola llena de escamas y le dijo que tan solo le
diera la oportunidad de verla el día que ella echara a volar.
A
diferencia del delfín, ella tenía unos brazos preciosos, morenos,
con una piel brillante que se secaba en microsegundos cuando salía
al aire. Un día de luna creciente, antes de que la luna llena
hiciera su aparición para revolucionar
a las mareas y a los estados de los seres de la Tierra y del Agua y
de los Cielos, ese día en que la luna forma una D, ella sintió que
era la noche perfecta para el día perfecto.
Los
dos salieron antes del amanecer. Los seres acuáticos seguían
susurrando con burbujas pequeñas, diciendo que ellos prontamente
seguro que anunciaban el enlace esperado por todo el océano. La
noticia viajaría hasta la tierra y comenzaría a haber imágenes de
ellos besándose en cada rincón de todos los océanos. Los
primeros saltos fueron
pequeños, jugaban, se salpicaban, se reían, hasta que poco a poco
parecía que el momento de juego se transformó
en algo serio, esa iba a ser la noche perfecta para el dia
perfecto. Fueron tantos los
saltos y
hubo un momento en que
ella llegó
aún más alto que él. Cuando se zambulleron en el océano
él
emitió la burbuja mas inmensa jamás vista por ella. “¡No
quiero que te vayas!”
El
siguiente salto
llegó muy lejos,
ella alcanzó una estrella, se cogió y poco a poco comenzó a
desaparecer. La luz del día estaba llegando. Lo último que él
recuerda es que la miró muy triste
y ella
le guiño un ojo.
Lo había logrado. Estaba volando cuando
comenzó a reír tan
fuerte que todos los aparatitos de la playa se dieron cuenta que
había una sirena volando, pero desapareció antes de la primera
foto."